Espacios Nacientes

Desde mi mirada como partero puedo contemplar un gran paralelismo entre los espacios que posibilita Cherif y los espacios que ayudan en los nacimientos. En primer lugar, la presencia: la calidad de la presencia de las personas que acompañamos en los partos y nacimientos influye en el campo, en la escena que transcurre de mamá, papá, bebé. Lo esencial no está en lo que hacemos, sino en una disposición abierta, perceptiva, en la sombra, disponible, sin protagonismo, más que en hacer nada concreto para que el parto vaya bien.

Estar al lado de Cherif no es simplemente hacer un trabajo con el cuerpo que te permite conocerlo y conocerte más. Con él he podido iniciar un contacto honesto con mi propia espiritualidad sin ningún patrón o regla, simplemente por el hecho de abrirme a la vivencia. Es así como he aprendido y reconocido que hay lugares a los que no se puede acceder a través de la razón o la inteligencia, sino a través del cuerpo como canal de la experiencia en mayúsculas. Me rendí al cuerpo, me rendí al miedo… y de allí surgieron el placer y la gratitud.

Ha sido un reencuentro con miedos y viejas heridas, que he podido abrazar con gentileza. Esta es una de las palabras que definen el trabajo de Cherif y que a mí tanto me ha ayudado. Con gentileza he aprendido a cuidarme y darme lo que necesito, facilitándome una oportunidad de automaternaje.

Llevar lo aprendido al cuerpo, encarnarlo, vivirlo, disfrutarlo. Pasar de juzgar a la intuición, de buscar fuera a ir más y más adentro. Perderme en mí y no en los otros. Los miedos se disuelven. Que dijeras que eres miedoso me conmovió, me unió y me hizo quererte incluso más. Los miedos y yo nos respetamos.

Al final del proceso me queda la sensación de haber encontrado el modo de poner la atención a otro nivel, un nivel donde puedo soltar un poco la fijación de mi carácter, quizás, y quedar algo más desnuda para abrazar la experiencia como es, sin expectativa y con cierta neutralidad, lo que me permite estar abierta y dejarme sorprender.

Sentí mirando al horizonte que el velo del misterio abrió una grieta por la que observar la verdadera realidad, un todo ordenado, unificado, un todo contemplado y con derecho a ser y estar, un orden del que nada escapaba. Amanezco desnudo, embriagado, atravesando la muerte y la vida enamorado, naciéndome, pariéndome a lo sagrado.

También ha sido un espacio de apertura, de darme cuenta de cuánto necesito el contacto con el otro. Un contacto con menos esfuerzo, menos hacer y más ser.

Para mí ha sido una vuelta a casa, a re-habitar el cuerpo, y un afinar la atención como camino hacia el verdadero contacto interno y con el otro. Tiempo y silencio. Ha significado volver a saborear la vida después de un tiempo oscuro. Gracias por la oportunidad de compartir.

En sus talleres el tiempo deja de tener relevancia, toma su lugar lo que en cada uno surge. Desde la gestalt hablamos de figura y fondo. Creo que Cherif es un maestro en este aspecto. Facilita el contacto con lo corporal, con lo emocional, desde el movimiento, desde la presencia y la atención, para llegar a una conciencia amplia donde la figura se torna obvia. Cherif tiene la capacidad de acompañarnos a este estado de conciencia.

Con esta experiencia he aprendido que nunca es tarde para un renacimiento a la vida dejando atrás el dolor de nuestro ego, la tortura de los recuerdos.

Todos los sentidos a flor de piel, el olfato, el tacto, la escucha… Fue receptividad pura, el summum del gozo. Al salir al exterior pude disfrutar de esta sensación por largo rato, y a día de hoy puedo reconectar con algo que ha quedado dentro de mí, algo que describo como placer, sonrisa interna, reconexión conmigo.

Siento que las comprensiones que tengo desde el cuerpo van mucho más allá de una mera comprensión. Es como si, al no pasar por el intelecto, al expresarse desde la materia, desde el cuerpo, al liberarse la información, se reabsorbiera ya integrada. Es una sensación extraña. Es la certeza de que todo lo que ha pasado en y por mi cuerpo estos días sigue ahí, en un mejor lugar, de una mejor manera, conformando un paisaje menos árido, menos duro (si es que lo era), más amable.

Después de la experiencia del renacimiento, me he sentido parada en otro lugar, un lugar de seguridad y gozo.

Hacerle hueco al dolor, al placer, a la angustia, a la alegría, a la tristeza, al anhelo… Todo cabe, todo, sin pelea, sin censura, sin querer sentir solo lo bueno. Fue placentero atravesar el dolor, gts

Hoy la Vida para mí tiene otro color, otro sabor… ¡Hoy estoy en Ella!

El proceso de nacimiento se dio de manera muy natural en los tres roles, madre, padre e hijo. Cada vez pude ser, conmigo mismo y con el otro, sin que las fronteras se confundieran. Pude amarme y amar a los otros sin estar en la simbiosis, la retirada o el sacrificio.

Te agradezco enormemente el cuidado y el mimo con que realizas tu labor. Utilizas la caricia y no el cincel, y yo necesito ese calor para abrirme. Para mí fue un regalo, me permitió abrirme a las personas y a mí misma desde el ‘quiero hacerlo’, porque todo mi ser se sintió acompañado, protegido y cuidado.

Este taller ha sido un dejar morir para resurgir, un dar espacio y alegrarme con todos los invitados que han venido a mi fiesta, dándoles la bienvenida a mi casa que es la suya: a mis miedos, a mis pasiones, a mi dulzura, a mis celos, a mi alegría, a mis envidias, a mi sensualidad y a mi rabia, a mi locura, etc.

Un viaje de integración, de conexión conmigo, con el mundo y con los otros.

Conservo como un regalo la belleza de haber podido “encarnar” la trinidad que ritualizamos en cada uno de sus encuentros con tanto amor.

Cualquier intento de descripción no es más que un breve paseo por la orilla, de lo que en la experiencia es “una inmersión en la profundidad de la memoria sensorial”, que el lenguaje, verbal o escrito, no llega a abarcar.